El pintor
Los pintores contemporáneos asisten a las
transformaciones socioeconómicas de su época y dejan de estar
sometidos a la tutela de los gremios. Su formación puede ser
académica o autodidacta, y su relación con el público es
completamente distinta a la existente en el Antiguo Régimen: sus
clientes preferidos ya no son el clero y la monarquía absoluta, sino
un mercado de arte representado por la burguesía, a cuyos gustos
pueden responder o no. Si se anticipan a su tiempo y renuncian a
cualquier compromiso con la comercialidad, buscando el arte por el
arte, pueden ser incomprendidos e incluso pasar penalidades,
representando con su propia vida la figura tópica del pintor
bohemio, que se reúne con otros artistas de su misma condición en
los ambientes marginales de los barrios más conflictivos (como el
Montmartre de París).
Las figuras del
marchante y del galerista de arte pasan a ocupar un papel esencial en
la relación entre pintor y mercado. Desde finales del siglo XX se
les ha añadido el curator o comisario artístico de
exposciones y otros eventos.
La provocación
El fin confesado de
muchos pintores contemporáneos fue «épater le bourgoise»
(escandalizar al burgués), es decir, realizar conscientemente una
provocación mediante la transgresión. La búsqueda de sucesivas
formas de ruptura de las convenciones nunca tuvo fin, porque, cada
vez más rápidamente, lo que era provocador pasaba a ser primero
tolerado y después incluido en el mainstream institucional y
del mercado del arte, que era el verdadero estímulo para que
surgieran nuevas provocaciones, quedando cada vez menos espacio para
definir quién era un pintor maldito o dónde encontrar realmente una
pintura underground, independiente o marginal.
Paradójicamente, los capitalistas estaban encantados de subvencionar
las obras revolucionarias que explícitamente pretendían disolver
las bases en que sus mecenas se sustentaban; pero que resultaban ser
excelentes inversiones.
Jacques Louis David suscitaba el debate político
desde una estética totalmente académica. Courbet utilizaba la
ruptura estética y el tratamiento de temas sórdidos como un
revulsivo que se pudiera trasladar a la dinámica política y social.
En 1913, Vladímir Mayakovski y un grupo de artistas rusos, entre los
que estaba el pintor David Burliuk, publicaron el manifiesto Bofetada
al gusto del público, de explícita intención. Marcel Duchamp
pretendía disolver directamente el concepto de arte, de museo y de
pintura, pintándole bigotes a la Gioconda. Andy Warhol identificó
con la pintura artística la reproducción mecánica de la imagen.
Lienzos intactos fueron convertidos en obras de arte por su mera
concepción, con o sin la adición de la firma, o por la estampación
de un sello (Malevich y Man Ray, respectivamente).
La reproducción de la imagen
El grabado tenía una tradición secular, pero las
posibilidades de reproducción de la imagen se desarrollan de modo
impactante con las nuevas técnicas de reproducción de imágenes,
especialmente a partir de la fotografía (en desarrollo desde las
décadas centrales del siglo XIX). Posiblemente, el impacto más
decisivo de la fotografía fue desincentivar la tradicional
identificación entre arte e imitación de la realidad, y estimular
la búsqueda de otras alternativas, especialmente a través del
color, que la fotografía no consiguió reproducir hasta mucho más
adelante
El campo pictórico de la Edad Contemporánea se
enriqueció con la publicidad y el cartelismo, demandados por la
nueva sociedad de consumo de masas.
El anuncio de los espectáculos se procuró
efectuar con el máximo rango artístico, ya que ello repercutía en
la afluencia del público. Los modernistas y Toulouse-Lautrec
destacaron en ese ámbito.
La escenografía del teatro había contado con
artistas de envergadura desde el Renacimiento; pero el teatro burgués
del siglo XIX mantuvo por lo general escenas sobrias. Todo lo
contrario ocurría en la ópera y el ballet. La compañía de los
ballets rusos de Diaghilev y otras producciones ambiciosas y con
deseos de impactar en el público, encargaron su escenografía y
hasta el diseño de vestuario a artistas de vanguardia: Matisse,
Picasso, Dalí y Chagall, figuran entre los grandes escenificadores.
Muchos pintores han tenido activa participación
en el cine; algunas veces, suministrando decorados, que han de ser
filmados, suministrando imágenes para escenas concretas
(colaboración entre Dalí y Alfred Hitchcock) o realizando películas
completas. Un género aparte es el denominado cine de animación
(Walt Disney).
El cómic, en sí mismo un nuevo arte, se
convirtió en un nuevo vehículo de expresión para los artistas
plásticos.
El color
En la larga lucha entre color y dibujo que venía librándose en la
pintura europea desde la Edad Media, el academicismo había
sentenciado el triunfo del dibujo y la línea, concediendo al color
un discreto segundo puesto, que ni romanticismo ni realismo habían
subvertido. Únicamente algunas individualidades, como Goya o
Turner,6 dieron a la mancha y al color un puesto protagonista en sus
obras, que caracterizó también a parte de la pintura victoriana
posterior; el resto incluso valoraba la homogeneidad cromática que
convertía casi todos los tonos en pardos, tierras u ocres. Incluso
se llegó a decir expícitamente que un buen cuadro debía tener el
color de un buen instrumento musical de madera.
Los impresionistas pretendían utilizar en la
pintura los recientes descubrimientos sobre la naturaleza de la luz y
la teoría del color, lo que les llevó al empleo consciente de los
complementarios para aumentar los contrastes y a la disposición en
el lienzo de colores puros para reproducir en la retina del
espectador la mezcla de pigmentos que hasta entonces se confiaba a la
paleta del pintor. Los simbolistas o postimpresionistas,
especialmente Gauguin y Van Gogh, con el uso de colores vivos,
aplicados con gruesas y amplias pinceladas o en superficies
relativamente grandes (cloisonismo) hicieron del color un uso
violento y liberador, abiertamente conectado con la violencia de las
emociones del artista, con la idea de que la manipulación del color
podía expresar no el aspecto de los objetos como lo percibía
físicamente el ojo, sino el estado de ánimo que evocaban.
Whistler había propuesto la idea de que el color podía tratarse en
términos musicales, e intentó por sí mismo su aplicación, aunque
usando tonos ligeros. Kandinsky, él mismo un sinestésico (percibía
conjuntamente asociados sonidos y colores) desarrolló una especial
teoría de la sinestesia en De lo espiritual en el arte
(1910). Previamente, los fauves habían encontrado las
posibilidades del uso arbitrario del color, que pueden considerarse
explícitamente propuestas en el cuadro de Henri Matisse La
Desserte, harmonie en rouge ("El postre, armonía en rojo"
-también llamado "La habitación roja"-, 1908), donde la
drástica simplificación del trazo muestra la escasa importancia que
atribuye al modo en que los objetos son percibidos por el ojo en la
vida real. A partir de entonces, los usos radicales del color
(especialmente en la abstracción) terminaron por escandalizar al
propio Picasso, que llegó a decir que en la búsqueda de la "pintura
pura" se terminará por encontrar la "pura pintura",
es decir, lo mismo que se vendía por kilos en los estantes de las
droguerías. La historia de la pintura posterior le dio la razón,
pues pintores como Yves Klein llegaron a identificar con la
materialidad del propio pigmento (el "azul Klein") la obra
de arte.
La textura
La pincelada y la mancha son elementos muy
importantes en la técnica de los pintores de la Edad Contemporánea.
La pincelada gruesa no es un invento del impresionismo, la utilizaban
muchos maestros antiguos (como Tiziano, del que se decía que daba
directamente los colores con las manos); pero ciertamente el efecto
acabado es uno de los requisitos de la pintura académica. Una
conocida anécdota de Goya describe la impaciencia del maestro por el
detallismo con el que su discípulo Vicente López Portaña estaba
haciéndole su retrato de 1826. A esas alturas, el estilo de Goya,
que ya había realizado las pinturas negras, era el de sus últimas
obras en Burdeos. El efecto abocetado fue buscado por otros
discípulos de Goya, como Leonardo Alenza; y se convirtió en una de
las señas de identidad de los pintores rupturistas del realismo y el
impresionismo. Además de Goya, otra de las fuentes que condujeron a
los pintores franceses en esta dirección fue el inglés Turner. Sin
embargo, la mayor parte de los pintores ingleses de la época, y
especialmente los prerrafaelitas, optaban por intensificar los
acabados.
Las vanguardias utilizaron estos recursos de forma
muy diversa, una vez conquistada la libertad formal más absoluta.
La forma o la figuración
Artículo principal: Realismo en el arte
El impresionismo y el neoimpresionismo
reconstruían ópticamente las meras apariencias. Los
postimpresionistas (Cézanne, Van Gogh, y Gauguin, que huyen de la
atmósfera de París en busca de horizontes inéditos) iniciaron
desde 1880 la reconstrucción de las formas, es decir, de la
existencia corpórea de las propias figuras representadas. El cubismo
y el constructivismo insistirán en estos conceptos.
La abstracción
Artículo principal:
Pintura abstracta
Véanse también: Arte abstracto y
Abstraccionismo.
Kandinsky realizó su
Primera acuarela abstracta entre 1910 y 1913; y teorizó sobre
la pintura abstracta en Uber das Geistige in der Kunst (1911).
Otros pintores se aproximaron al mismo concepto por esos mismo años:
En un texto de 1910 sobre el futurismo, Boccioni escribió acerca de
la abstracción expresiva: "Mi ideal era un arte que expresara
la idea de sueño sin representar ninguna cosa durmiente". Su
obra Stati d'animo (Estado de ánimo), de 1911, se acerca a
ese concepto de la abstracción. Arthur Dove tiene entre sus obras un
Abstract Number 2 (Abstracto Número 2), de 1911 y un Fog
Horns (Sirenas de Niebla). El rayonismo o cubismo abstracto se
desarrolló desde 1912 o 1913 (con el precedente de una exposición
rusa de 1909). El suprematismo de Malevich se iniciaba en 1913 con
Círculo negro. El sincromismo de Morgan Russell se expuso en
el Salon des Indépendants de París de 1913.
La difusión de la obra de Wassily Kandinsky
impactó en el grupo De Stijl, formado en 1917, y en otras
vanguardias del periodo de entreguerras, que experimentaron con la
abstracción (surrealismo abstracto); pero el mayor auge de la
pintura abstracta vino con el expresionismo abstracto que desarrolló
entre 1945 y 1955 la New York School (escuela de Nueva York).
En Europa hubo movimientos similares: el informalismo, el tachismo y
la abstracción lírica.
Histórica y formalmente
se ha desarrollado en distintas posibilidades técnicas y
denominaciones estilísticas: la abstracción geométrica (cubismo
abstracto -orfismo, rayonismo-, suprematismo, constructivismo
soviético, constructivismo holandés -neoplasticismo, De Stijl-
concretismo), la abstracción cromática (sincromismo), la
abstracción lírica, la abstracción sintética, la abstracción
analítica, la abstracción cinética (arte cinético), el
surrealismo abstracto, el informalismo (expresionismo abstracto,
abstracción constructiva, tachismo, pintura matérica, action
painting), la abstracción postpictórica (minimalismo, color
field, hard edge) y cualquier otro movimiento derivado,
incluyendo los denominados abstracción figurativa y no figurativa
(expresiones que, respectivamente, son un oxímoron y una
redundancia, pero que tienen uso bibliográfico).
El paisaje y la naturaleza muerta
La pintura del paisaje y
la naturaleza muerta o bodegón habían sido clasificadas como las
más ínfimas en la jerarquía de géneros académica. Obviamente, la
pintura contemporánea no respetó tal jerarquía, y ambos géneros
pasaron a recibir un interés especial por los principales pintores
desde el siglo XIX. Incluso superaron con ventaja frente a la
representación de la figura humana los impactos del vanguardismo del
XX, puesto que la simplificación de las formas y el rechazo a la
imitación de la naturaleza convertía la mayor parte de los temas
pictóricos en paisajes oníricos o en bodegones
abstractos, inexistentes en la realidad.
La expresión
La sobriedad de las poses estáticas del
neoclasicismo contrastaba con el dinamismo y la violencia expresiva
del romanticismo. El realismo de mediados de siglo XIX dio
oportunidad para que algunos autores, especialmente el caricaturista
Daumier o el grabador Gustavo Doré, experimentaran con la distorsión
de la expresión facial y corporal, que ya habían iniciado artistas
aislados en la primera mitad del XIX (Goya, William Blake o Füssli).
No obstante, no es hasta
finales del siglo XIX cuando se da inicio a la corriente
expresionista, que se fecha en El grito de Edvard Munch
(1893), y a la que son también muy cercanos algunos pintores
calificados de modernistas, especialmente los de la Sezession
vienesa (Egon Schiele, Klimt). La etiqueta vanguardista de
expresionistas suele aplicarse a distintos grupos de pintores
alemanes de antes y después de la Primera Guerra Mundial, con cuyos
efectos están muy vinculados (expresionismo alemán); aunque el
tratamiento distorsionado de las expresiones caracterizó por la
misma época a muchos otros (Modigliani, Solana) incluyendo al propio
Picasso (época azul, Guernica) y a los surrealistas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los estilos pictóricos
alternativos a la abstracción tuvieron una de sus más explotadas
posibilidades en la acentuación de la expresión (Lucian Freud -fue
muy significativo el escándalo que suscitó su Retrato de la
Reina Isabel II de Inglaterra-, Francis Bacon, neoexpresionismo,
etc.)
Puede entenderse que el tratamiento de la
expresión constituye el eslabón fundamental entre la pintura
romántica y la del siglo XX, y por tanto el elemento "tradicional"
más evidente dentro de las vanguardias.
La mujer
El feminismo es un movimiento ideológico que nace
con la Edad Contemporánea y evoluciona con ella. La imagen de la
mujer que se va representando pictóricamente a lo largo de este
periodo fue cambiando sustancialmente. Las representaciones
idealistas (heroicas o hagiográficas) convivieron con las eróticas
y costumbristas. Prerrafaelitas, simbolistas y modernistas tuvieron
en el tema de la mujer uno de sus principales motivos, alternando en
su representación lánguida y activa. A finales de siglo, la
irrupción del concepto de Nueva Mujer influyó extraordinariamente
en las artes plásticas, que se consagró en los años veinte y
treinta con el Art Decó, coincidiendo con la estilización de la
moda (Coco Chanel, Christian Dior, Balenciaga). Determinó la
aparición de modelos alternativos de mujer, juveniles, activas y
deshinibidas, divulgados en las revistas ilustradas mediante dibujos
y fotografías (chicas "charlestón", chicas "Penagos",
chicas pin-up) y derivó en muy diferentes interpretaciones:
la recuperación de su papel tradicional de reposo del guerrero
y madre (en el arte nazi), su identificación con el pueblo
trabajador (en el realismo socialista), su manipulación como
objeto de consumo (en la publicidad, la pornografía y el star-system
del cine), etc.
Las vanguardias tuvieron una relación ambivalente con la mujer. Por
un lado la consagraron en el papel tradicional de musa de los
artistas, que las relegaba a fuente de inspiración o conflicto (las
amantes compartidas por Courbet y Whistler, Van Gogh y Gauguin, las
múltiples compañeras de Picasso, Sylvia von Harden para Otto Dix,
Gala para Dalí); mientras que, por otro lado, alcanzaron un
protagonismo como pintoras en un grado muy superior a las medievales
o de la edad moderna, pero aún restringido a escasos ejemplos
(Berthe Morisot, María Blanchard, Tamara de Lempicka, Frida Khalo,
Dora Maar).
El concepto
El propio concepto pasó a ser, en algunas
interpretaciones radicales del vanguardismo pictórico, lo único que
importaba en la representación plástica, mientras que la
realización efectiva pasaba a ser algo secundario. Tales fueron
principalmente el surrealismo (para el que la técnica formal
-pinceladas, collages, frottages, grattages- o
incluso el arte mismo elegido para la representación -escritura,
cine o pintura-, importaba menos que el mundo onírico interior que
se comunicaba al exterior), las actividades difícilmente
clasificables de Duchamp (que explícitamente pretendía destruir el
propio concepto de arte y pintura -incluso destruir físicamente los
museos-), el arte conceptual o idea art, los happenings
y el fluxus el body art el pop-art, el minimal,
las instalaciones o cualquiera de las formas de intervención
artística que por alguna razón se asocien con lo pictórico, aunque
los límites entre los distintos artes (y entre lo que es arte y no
lo es) se hayan difuminado hasta desaparecer.
En una famosa anécdota,
al preguntarles qué salvarían de un incendio en el Museo del Prado,
Jean Cocteau respondió que salvaría el fuego, y Dalí que el aire
de Las Meninas.
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