Artículo principal: Francisco de Goya
La trayectoria estilística de Goya incluye la
pintura de interiores rococó, el academicismo neoclásico y el
prerromanticismo. Alcanzó un extraordinario éxito como pintor de
corte. Con sus dos grandes lienzos El dos de mayo y El tres
de mayo inaugura la pintura de historia del siglo XIX. Sus series
de grabados supusieron innovaciones técnicas, estilísticas y
temáticas de gran proyección posterior. Se le considera el
precedente del expresionismo y las vanguardias del siglo XX,
especialmente por las pinturas negras.
Neoclasicismo y academicismo
Artículos principales: Pintura neoclásica
y Academicismo.
Desde el siglo XVII, con la aparición de las
academias, se fueron estableciendo los cánones del clasicismo
pictórico, pero no fue hasta la segunda mitad del siglo XVIII, con
la Ilustración, que llegan a establecerse como convenciones
impuestas a la práctica del oficio en la totalidad del ámbito
cultural europeo occidental. Simultáneamente aparecen la crítica y
la historiografía del arte como actividades definitorias del gusto
artístico dominante, cuyo seguimiento se fomenta entre los pintores
a través de la enseñanza, de los encargos institucionales y
privados, y de la convocatoria de exhibiciones, certámenes o salones
artísticos como el Salon de peinture et de sculpture o Salon
de Paris ("Salón de pintura y de escultura" o "Salón
de París", desde 1725).
La figura de Jacques-Louis David, testigo de
excepción de los cambios políticos y sociales de la Revolución
francesa preside el tránsito del siglo XVIII al XIX, al que
siguieron otros pintores franceses, como François Gérard. La cumbre
del estilo, a mediados del siglo XIX, fue Jean Auguste Dominique
Ingres; ya en presencia de la irrupción de los nuevos estilos
antiacadémicos. No obstante, la mayor parte de la producción
pictórica de la segunda mitad del siglo XIX e incluso del siglo XX,
conviviendo con su absoluta negación, que representaron las
vanguardias, siguió siendo la pintura academicista de tradición
neoclásica, cuyos seguidores, a pesar del éxito institucional que
vivieron en sus días o de su objetiva calidad, han pasado a ocupar
un espacio marginal en museos y manuales (John Singer Sargent,
Jean-Joseph Weerts, Jean-Léon Gérôme, William-Adolphe Bouguereau,
Jean-Louis-Ernest Meissonier, Paul Baudry, Alexandre Cabanel, Franz
Xaver Winterhalter).
La pintura inglesa de finales del XVIII y
principios del XIX tuvo como principales figuras académicas a sir
Joshua Reynolds (que definió el concepto grand manner
-"manera grandiosa" o "espléndido estilo"-),
Thomas Gainsborough o Thomas Lawrence; además de dos extraordinarios
paisajistas que evolucionaron hacia una concepción más
identificable con el romanticismo pictórico: J. M. W. Turner y John
Constable.
Por comparación con la gigantesca figura de Goya,
la pintura neoclásica española de finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX ha sido habitualmente minusvalorada, pero contó
con pintores de la talla de Anton Raphael Mengs, que en su época era
considerada la máxima autoridad académica a nivel europeo, Paret,
Meléndez o Vicente López, el discípulo de Goya autor de su más
famoso retrato. El academicismo pictórico presidió la totalidad del
siglo XIX a través de los géneros de más demanda institucional en
España: el retrato y la pintura de historia.
Romanticismo
Artículo principal: Pintura romántica
El prerromanticismo convivió con el neoclasicismo
en las décadas finales del siglo XVIII. No solamente se manifestó
en la pintura anticipadora de Goya, sino en la de William Blake,
Johann Heinrich Füssli o Giovanni Battista Piranesi. En el ámbito
de la especulación teórica, el romanticismo incluyó una
redefinición del concepto de belleza, y en concreto la aparición de
un nuevo concepto: el de lo sublime, la belleza terrible y
sobrecogedora propia de los elementos desatados y de la naturaleza en
estado salvaje, ajena a la serenidad estética del neoclasicismo, y
que encontrará plasmación pictórica en los paisajes de Caspar
David Friedrich y de Turner. Es muy significativa una anécdota que
enfrentó a Turner con su coetáneo Constable. Éste, quejándose del
atrevimiento de su competidor, que había añadido una impactante
pincelada de minio en mitad de su cuadro después de haberse colgado
al lado del suyo propio en la exposición de la Royal Academy
(1817), resumió perfectamente el impacto de la nueva imagen: [veo
que] ha estado aquí, [porque] ha disparado su arma.
En los salones franceses monopolizados por el
academicismo, la exhibición de La balsa de la Medusa de
Gericault (1819) supuso un escándalo de mucho mayores dimensiones.
Frente a los demás cuadros, equilibrados y convencionales, mostraba
cadáveres descompuestos en un primer plano, contrastaba gestos de
desesperación y entusiasmo de un abigarrado grupo de personajes que
dan la espalda al espectador (ajenos al decorum que se
pretendía de las representaciones heroicas), y evidenciaba la
pequeñez de la humanidad frente a un entorno natural hostil. En el
contexto de la revolución de 1830, la alianza de la libertad del
arte con la libertad política quedó plasmada en La libertad
guiando al pueblo, de Delacroix.
Grupos de pintores alemanes e italianos, los
denominados nazarenos y puristas, pretendieron encontrar la belleza
originaria de la pintura en la simplicidad formal y la renuncia a
todo artificio, preludiando movimientos posteriores.
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